La Madre Ana María, experimenta la necesidad de poner de manifiesto la totalidad de su amor a Jesucristo, como fundamento y sentido único de toda su vida.
Este amor, manifestado en la consagración a Dios, es el ámbito en el que ella va creciendo a lo largo de los años y lo vive como el don más peculiar del Espíritu y signo de la predilección del Padre, que colma de gozo y libertad su vida entera.
Ana María Janer, alimenta su consagración mediante la contemplación de la vida de Jesucristo de quien ella experimenta que recibe el ser, la vida y el dinamismo de su caridad. (CEM)
Porque Dios la ama hasta el extremo, ella responde amando también hasta el extremo, con una caridad heroica.
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