lunes, 24 de octubre de 2011

RECORDANDO LA BEATIFICACIÓN DE ANA MARÍA JANER

 Recordemos juntos las palabras que nos dirigió el Cardenal Angelo Amato el día de la Beatificación de nuestra querida Madre y Beata:

 
Beata Anna Maria Janer Anglarill (1800-1885)
Fundadora de las Hermanes de la Sagrada Familia de Urgell
Angelo Card. Amato, SDB

1. Eminencia, Excelencias, Autoritades de Cataluña y del Principado de Andorra, queridas hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, queridos familiares de la nueva Beata, queridos sacerdotes y fieles todos, hoy es un día de fiesta para la diócesis de Urgell, para la Congregación de las Hermanas y para los católicos de Cataluña. Una vez más la santidad florece en vuestra tierra. Después de la beatificación del mártir Mossèn Josep Samsó i Elias, heroico rector de Mataró, que tuvo lugar el 23 de enero de 2010, ahora el Santo Padre reconoce solemnemente la santidad de la Madre Anna Maria Janer Anglarill, otra catalana ilustre por sus virtudes y por su apostolado de la caridad. 
En la Carta Apostólica el Santo Padre Benedicto XVI ve en  nuestra Beata una «mujer humilde, fuerte, plena de misericordia hacia todos, especialmente hacia los necesidados y enfermos».
En ella, «hija del pueblo catalán», las virtudes propias de vuestra tierra - como la incansable capacidad de trabajo, los excelentes dones organizativos y de gobierno, la gran afabilidad con todos - se ven reforzadas  por su gran caridad hacia Dios y hacia el prójimo.
 
Nuestra Beata, mujer de fe ardiente, de firme esperanza y de caridad atenta, llevó en su corazón el peso de la miseria y de la tristeza de los enfermos, de los pobres, de los heridos de guerra, de los exiliados, de los huérfanos, así como las angustias de sus hijas espirituales, a las que tuvo que hacer frente a lo largo de su dilatada vida.
De estatura más bien alta, era una mujer de porte noble y distinguido, moderado por una actitud de modestia y sencillez, que hacía que todos se sintiesen a gusto con ella.
La gran virtud de la caridad iba acompañada por la humildad, virtud pequeña, pero indispensable para la práctica de la caridad auténtica. Viendo la necesidad de esta virtud en su apostolado cotidiano hacia los necesitados, nunca se cansaba de exhortar a sus Hermanas a ser humildes, piadosas, bondadosas, pacíficas, trabajadoras, dóciles, gentiles y atentas hacia los pobres enfermos, contentas de su labor de Marta. Las invitaba, además, a no buscar la aprobación y la estima de los demás y a considerar todas las labores y las ocupaciones como un servicio al mismo Señor Jesús, por cuyo amor y reverencia ejercían este ministerio.
Estas enseñanzas sobre la humildad eran fruto de su experiencia personal, consolidada por profundas y frecuentes humillaciones. Sólo mostraré algunos ejemplos. La Madre Janer, que, junto a las demás hermanas, quería alejar a Sor Inés Sauret del hospital de Castelltort, obedeció con prontitud, cuando el superior religioso se opuso a tal decisión. La Madre Janer, que, durante la primera guerra carlista, se había prodigado con todas sus fuerzas por atender valientemente a los enfermos de cólera, sufrió la humillación de ser expulsada del mismo hospital donde había sido un verdadero ángel de bondad. Don Carlos de Borbón, que la había llamado al servicio hospitalario para los heridos en el campo de batalla, quería recompensarla por su arduo trabajo, pero ella rechazó cualquier tipo de honor.
Aunque la máxima expresión de su humildad se produjo cuando ella, fundadora y superiora general, fue relegada al anonimato y al silencio, quedando completamente olvidada. De sus labios no salió ninguna queja, ningún reproche, ninguna palabra de disgusto. Su actitud fue de esperanza y de abandono en Dios, dedicándose con mayor caridad al servicio de los pobres en el Asilo de Sant Andreu de Palomar.
La humilde sierva del Señor, sin embargo, a los ochenta años recibió su justa recompensa también terrenal a este silencio suyo de amor, cuando fue elegida por las Hermanas primera Superiora General del Instituto, tomando de nuevo con humildad y sencillez la tarea del gobierno, es decir del servicio, la ayuda y la formación. Con la misma sencillez, pasados tres años, dejó la dirección general para dedicarse a las tareas más humildes, como por ejemplo servir en el refectorio a las hermanas más jóvenes. Una hermana testifica emocionada: «Dos años vivió con nosotras la santa Madre, con gran ejemplaridad y submisión a la nueva superiora. Era muy edificante verla, a su edad, humilde, silenciosa, ocupada en las tareas domésticas de la casa -como la cocina, el servicio, y otras tareas- siempre sonriente, siempre difundiendo caridad».
 
2. Como todos los santos, también nuestra Beata fue fiel imitadora de Jesús y podía repetir con San Pablo: «Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20).
A ella se aplican perfectamente también las palabras del profeta Isaías, que decía: «Cuandas ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan» (Is 58,10-11).
De hecho la Madre puso en práctica especialmente las palabras de Jesús cuando alimentó a los hambrientos y dio de beber a los sedientos, cuando hospedó a los forasteros y a los exiliados y vistió a los necesitados, cuando visitó y cuidó con inmensa caridad a los enfermos.
Por estas obras de misericordia, la Iglesia hoy exalta la Madre Janer, aplicándole, en la liturgia de la Palabra de hoy, el elogio que el Señor hace a los justos: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25,34-37).
 
3. Beatificando a la Madre Janer, la Iglesia ve en la nueva Beata una brújula viviente, orientada hacia Dios, que nos invita a vivir nuestra existencia cristiana en la plena confianza de la presencia divina en nosotros, en nuestra familia, en nuestra sociedad. La presencia de Dios no nos impide vivir en la alegría; al contrario, sus mandamientos son las diez palabras de amor, que Dios ha inscrito en el corazón de todo ser humano para promover el bien que da alegría y evitar el mal que trae tristeza.
Además, la Beata Anna María Janer es también una brújula que nos orienta hacia los necesitados, que aún hoy en día son tantos, porque también hoy encontramos hambrientos, sedientos, enfermos, exiliados, emigrantes, prisioneros. La Iglesia es amiga de los necesitados y sus brazos están siempre abiertos para acogerlos. La Madre Janer, hija ejemplar de la Iglesia, es un modelo glorioso, no sólo para ser contemplado, sino también para ser imitado.
La Madre Janer hoy habla sobre todo a sus Hijas espirituales, esparcidas por el mundo, en España, Andorra, Italia, Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile, Colombia, México, Perú y Guinea Ecuatorial. Las invita a no cansarse de contemplar el rostro de Cristo en los hermanos, sobre todo en los que sufren, en los marginados, en los pobres, en los necesitados, en los pequeños.
La Iglesia alaba la fidelidad al carisma fundacional de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell. Con el ejemplo y la intercesión eficaz de su Fundadora, continúan este abrazo de caridad con una dedicación sin fronteras y con un amor incondicional al prójimo indigente. Afrontan con valentía y creatividad las nuevas pobrezas, que hoy están presentes, en nuestra querida Europa, en las familias desestructuradas, en la emigración creciente, en la falta del sentido trascendente de la vida, en el pesimismo estéril que apaga el entusiasmo de los jóvenes por su futuro.
Su actitud de caridad creativa y de servicio produce respuestas concretas y positivas de asistencia a los enfermos y a los ancianos, de educación humana y religiosa de la infancia, de promoción de la familia humana, abierta a la acogida y al cuidado de los hijos.
De esta manera, fieles a su santa Fundadora, la Congregación participa activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia, con un gran sentido de eclesialidad, resumida en su expresión tan repetida: «Amamos a la Iglesia más que a nuestra vida».
 
Alabemos juntos al Señor por el don que hoy recibe Cataluña y España en la persona de la nueva Beata. Una vez más, vuestra noble patria es tierra fecunda de santidad y de caridad cristiana. Que nuestra celebración se convierta en un gran signo de esperanza para todos. No nos dejemos encadenar por la tristeza de nuestro tiempo. Siguiendo el ejemplo de la Madre Anna Maria Janer, catalana de una pieza, no perdamos  la esperanza, y mantengámonos firmes en la fe y fuertes en la esperanza. Esto es lo que deseo y pido para todos vosotros .
 
 

domingo, 16 de octubre de 2011

EUCARISTÍA DE LA BEATIFICACIÓN DE ANA MARIA JANER

      SEO DE URGELL 08 DE OCTUBRE 2011

Fuimos los testigos de la Beatificación

Compartimos la alegría inmensa que hemos vivido estos días, la Ceremonia Solemne de la Beatificación de una mujer emprendedora, caracterizada por una  vivencia profunda de la caridad, amor y respeto hacia todas las personas débiles o enfermas.
Ana María Janer Anglarill, fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, una mujer catalana, que estuvo atenta al paso del Señor por su vida.
Ya es Beata y su fiesta se celebrará el día 11 de Enero, día significativo, en que ella abandona definitivamente este mundo para encontrarse con el Dios amado y servido en la persona de los más necesitados.
El musical: Estamos en camino, cuyo mensaje era recrear la vida de la madre Ana María Janer.
La ruta janeriana que nos llevó día a día por los lugares de misión donde estuvo trabajando y viviendo nuestra Me. Janer.
Los cuadros pláscticos que nos representaron en Cervera, alumnos de los Colegios Ana Ma. Janer de distintos países. Muchas fueron las actividades durante 10 días intensos.

Tenemos una nueva Beata en la Iglesia, que sea ella quien nos ayude a responder con fidelidad a la voluntad de Dios.
Ana María Janer, mujer de fe y caridad: Ruega por nosotros.



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