martes, 23 de agosto de 2011

SEGUIR A JESÚS ES CAMINAR CON LA IGLESIA

Acabamos de vivir la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, donde miles de jóvenes cristianos católicos manifestaron su fe en Jesucristo, además de obediencia, amistad, admiración y respeto al Santo Padre Benedicto XVI, Vicario de Cristo en la tierra. 
Un encuentro a nivel internacional, donde todos nos sentimos hermanos porque formamos la misma familia de Dios que es la Iglesia.
Ha sido una experiencia inolvidable que quedará por mucho tiempo en nuestras retinas y en nuestros corazones. Lo más grandioso de estas celebraciones y experiencias de fe, es que Jesús pasa por nuestro mundo, a través de las personas mostrando sus signos inconfundibles de amor, en la fracción del pan, en el don de la fraternidad, de la amistad y del amor incondicional y desinteresado de aquellos que se entregan por una causa noble, como fue el trabajo de cientos de voluntarios de la JMJ y de tantos otros que participaron desde los distintos roles de servicio.

La Madre Janer, mujer siempre emprendedora y fiel a las exigencias del Evangelio supo reconocer  en los representantes de la Iglesia, la voz del Señor que le invitaba a entregar su vida y a asumir los desafíos que conlleva la fe al contemplar la Verdad, de la cual no podemos hacernos extraños, como si no conociéramos el único mandamiento del Señor: "Amaos los unos a otros como Yo os he amado" (Jn.15,12)
Ella entendió que seguir a Jesús es caminar con la Iglesia universal y estar disponible a las necesidades de caridad hecha servicio a los pobres, los jóvenes y los enfermos.

Construir la civilización del amor como nos pide Jesús, no es tarea fácil, pero nos asegura que Él "estará con nosotros hasta el fin de los tiempos" (Mt.28,20) 
El Santo Padre nos animó a permanecer "arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe", a no avergonzarnos del Señor, y a manifestar con nuestras vidas nuestro compromiso con Jesús. Frente a la cultura del egoísmo y el relativismo los jóvenes hemos de decir al mundo que existe la cultura del amor y la caridad. Y que seguir a Cristo vale la pena porque nos da razones para vivir alegres y felices, siempre atentos a las necesidades de nuestros hermanos.

En las palabras del Maestro la Me. Ana María Janer había puesto toda su confianza y por Él no dudó un solo instante en dedicar su vida toda al servicio de Dios, para amarlo y servirlo "siempre y en todo". 

"Nosotras amamos a la Iglesia más que a nuestras vidas" amj

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